UN VIAJE QUE NUNCA OLVIDARÉ(Por Irene de Marcos)
Mi viaje a Calcuta fue todo un regalo
para mi mente, alma y corazón. Cada día
teníamos una sorpresa, algo que nos
hacía sentir inmensamente felices y afortunadas.Conocí a gente encantadora, que nunca podré
olvidar, pues desde ese momento, me siento conectada a ellos de alguna manera . Tuvimos el placer de trabajar mano a
mano con las Hermanas de Madre Teresa.
Aprendimos mucho de su compasión y buen hacer desinteresado.
Nuestro viaje estuvo salpicado y bañado
siempre por la música y ésta llegó de la mano de nuestros amigos los gallegos y
Totan, que viajaba con ellos.Les escuchamos cantar por primera vez a
la Madre Teresa en los pies de su tumba.
Al ponernos los pelos de punta los fuimos a felicitar y nunca más nos
volvimos a separar hasta volver a Madrid.
Su melodía y alegría nos enamoró.
Totan nos invitó a a visitar con ellos los lugares emblemáticos
de Calcuta y al conocerle, nos permitimos relajarnos y disfrutar a tope de cada
rincón de la ciudad, pues él organizaba y velaba por el bien del grupo.Pudimos compartir entre la gente local
algunas visitas, algo que solo puedes hacer si conoces a alguien del lugar,
como nuestro amigo Totan.Por ser semana santa, nos invitó a pasar la celebración del Holy con
su familia, en Shantineketan. A pesar de las dificultades de conseguir plaza de
tren de un día para otro, él lo supo organizar con rapidez. Nosotras jamás lo hubiéramos
coseguido.
Al llegar nos presentó a su encantadora familia, su mamá Menoka,
su hermano Mintu, su cuñada Rakhi y su sobrina Trisha, a los que estaremos
siempre agradecidos por su cariñosa acogida y generosidad.Shantineketan nos pareció un lugar
maravilloso y tranquilo comparado con la bulliciosa Calcuta. Un lugar donde poder
pasear y disfrutar de la naturaleza y el legado que dejó Tagore.Pasamos una velada estupenda en la
terraza de Totan bajo las estrellas, con buena conversación, alegría y siempre
la música. Allá donde fuimos nunca faltó la música. A la mañana siguiente nos pusimos la ropa de “guerra” y
nos fuimos a jugar con colores junto con los lugareños del pueblo. Fue una
experiencia única y muy divertida. Éramos los únicos turistas y pudimos
sentirnos más unidos a ellos, a su cultura.
Después de visitar la cantina de la
madre de Totan y de pintarla de colores volvimos a su casa donde nos prepararon
una deliciosa comida típica. Pudimos agradecerles su generosidad con algunas
canciones. Nunca olvidaremos ese momento pues todas las aventuras llegan a su fin y nos sentíamos tristes por tener
que partir.Po todo esto y mucho más…GRACIAS TOTAN.
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