miércoles, 26 de marzo de 2014

UN VIAJE QUE NUNCA OLVIDARÉ(Por Irene de Marcos)

Mi viaje a Calcuta fue todo un regalo para mi mente, alma y corazón.  Cada día teníamos  una sorpresa, algo que nos hacía sentir inmensamente felices y afortunadas.Conocí a gente encantadora, que nunca podré olvidar, pues  desde ese momento,  me siento conectada  a ellos de alguna manera . Tuvimos el placer de trabajar mano a mano con las Hermanas de  Madre Teresa. Aprendimos mucho  de su  compasión y buen hacer desinteresado.

Nuestro viaje estuvo salpicado y bañado siempre por la música y ésta llegó de la mano de nuestros amigos los gallegos y Totan, que viajaba con ellos.Les escuchamos cantar por primera vez a la Madre Teresa en los pies de su tumba.  Al ponernos los pelos de punta los fuimos a felicitar y nunca más nos volvimos a separar hasta volver a Madrid.  Su melodía y alegría nos enamoró.

Totan nos  invitó a  a visitar con ellos los lugares emblemáticos de Calcuta y al conocerle, nos permitimos relajarnos y disfrutar a tope de cada rincón de la ciudad, pues él organizaba y velaba por el bien del grupo.Pudimos compartir entre la gente local algunas visitas, algo que solo puedes hacer si conoces a alguien del lugar, como nuestro amigo Totan.Por ser semana santa,  nos invitó a pasar la celebración del Holy con su familia, en Shantineketan. A pesar de las dificultades de conseguir plaza de tren de un día para otro, él lo supo organizar con rapidez. Nosotras jamás lo hubiéramos coseguido.

          

  Al llegar nos presentó a su encantadora familia, su mamá Menoka, su hermano Mintu, su cuñada Rakhi y su sobrina Trisha, a los que estaremos siempre agradecidos por su cariñosa acogida y generosidad.Shantineketan nos pareció un lugar maravilloso y tranquilo comparado con la bulliciosa Calcuta. Un lugar donde poder pasear y disfrutar de la naturaleza y el legado que dejó Tagore.Pasamos una velada estupenda en la terraza de Totan bajo las estrellas, con buena conversación, alegría y siempre la música. Allá donde fuimos nunca faltó la música. A la mañana siguiente nos pusimos la ropa de “guerra” y nos fuimos a jugar con colores junto con los lugareños del pueblo. Fue una experiencia única y muy divertida. Éramos los únicos turistas y pudimos sentirnos más unidos a ellos, a su cultura.


Después de visitar la cantina de la madre de Totan y de pintarla de colores volvimos a su casa donde nos prepararon una deliciosa comida típica. Pudimos agradecerles su generosidad con algunas canciones. Nunca olvidaremos ese momento pues todas las aventuras llegan  a su fin y nos sentíamos tristes por tener que partir.Po todo esto y mucho más…GRACIAS TOTAN.


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